El país se cae a pedazos, tanto que ya hasta el idioma están
olvidando algunos. Ni conjugar un verbo saben nuestros políticos, o lo que es
peor, interpretar el significado de su conjugación.
Una de nuestras representantes en el Congreso proclamó
durante el último pleno el famoso “¡Que se jodan!” A partir de aquí comienzan
las disculpas y justificaciones, incluidas las propias y las de su ilustre
papá. Que no, que no se refería a los parados, que su exabrupto iba dirigido a
las bancadas socialistas. Y se quedan tan frescos. Si así hubiese sido, la
señora diputada hubiera gritado “¡Que os jodan!” Elemental. Cualquier otro
razonamiento ofende a la inteligencia. Claro que esto último no abunda. No, la
señora Fabra dijo lo que quería decir, dijo “¡Que se jodan!”, es decir, que nos
jodamos los españoles que no podemos vivir de los múltiples premios de lotería
que su afortunado padre ha tenido la suerte de que le toquen. Que nos jodamos
todos aquellos que vemos como el futuro del país se está yendo por los retretes
de la ineptitud de nuestros representantes. Bien es cierto que no somos del
todo inocentes de lo que sucede, hemos pecado al creernos que éramos ricos
cuando en el fondo seguíamos siendo los parientes pobres del pueblo. Nos
engañaron y nos dejamos engañar. Pero en primer lugar nos engañaron, y fuimos
tan pobres de espíritu que con las migajas que nos arrojaron nos pareció que
tocábamos el cielo. Pero ahora esa es otra historia llena de matices que merece
capítulo aparte. Sí, que nos jodamos, esa es la conclusión de este cuento sin
final feliz.
Nos joderemos, ya lo estamos haciendo, pero también debemos
protestar. Estoy harto de todos esos que alegan que ya está bien, que hay que
ver el lado positivo de la vida, que la selección ha ganado, que no podemos estar
todo el día dándole vueltas a lo mismo. Bueno, que se lo digan al que no tiene
trabajo ni prestación por desempleo a ver cuándo deja de pensar en ello. Pues
no, señores, no debemos dejarnos idiotizar, tenemos que pensar, reflexionar,
razonar el porqué de que los recortes sean de 65.000 millones de euros,
justamente la misma cantidad que se ha determinado como posible agujero de la
banca. Debemos analizar el porqué de que nosotros (es un decir) hayamos tenido
que definir un plan de austeridad para que nos den el dinero y salvar con él a
los bancos y ellos, sin embargo, aún no hayan presentado ninguno, ellos que
tantos avales nos piden para prestarnos miserias con usura cuando no engañarnos
directamente. Pensemos en ello y después, protestemos.
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