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Tenía un nombre, uno hermoso que me disteis con orgullo. Y es que los vencedores hasta el nombre me hubieron de quitar. Porque hay nombres que hacen daño a los fascistas; porque la libertad no puede existir ni siquiera en el rostro de un niño. Tal vez ese fuera mi nombre: Libertad. Un sacerdote lo borró de los papeles con su agua sagrada, y tu muerte de mi memoria. Nadie volvió a deslizar en mis oídos aquella palabra proscrita.
Y en el resto de tus días sólo habitaron el silencio y la amargura.
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