La Plaza Mayor se encontraba sumida en el silencio y la oscuridad. Ambos parecían haberse fundido entre sí hasta componer una sustancia única que me envolvía en un abrazo de tristeza y desconsuelo. Aguardaba la llegada del último paso, aquél que representaba a Cristo recién descendido de la cruz durmiendo su sueño de muerte y resurrección. Las tinieblas apenas eran arañadas por la luz de los cirios que portaban los penitentes, hombres y mujeres que caminando descalzos y con sus tobillos ulcerados y sangrantes por el roce de las cadenas que los aprisionaban, habían acompañado a la figura yaciente durante todo su recorrido.
La imagen se manifestó bajo el Arco del Palacio; parecía que levitara, forma teñida de una tenue pátina de reflejos dorados, nave a la deriva en un mar de sombras. Era la noche de Viernes Santo y después de horas de lento avance por los cauces secos que eran las calles del pueblo, la corriente de fieles desembocaba por fin sobre la playa de piedras de la Plaza. Meciéndose sobre olas de manos, brazos y hombros, las sagradas efigies regresaban del agitado viaje hacia sus puertos de refugio, a reposar en la quietud de las capillas del templo hasta el año siguiente.
El reloj que coronaba la fachada principal de la iglesia inició entonces su canto infatigable de las horas. Doce broncíneos tañidos reverberaron sobre los muros del Palacio, espejeando desde un rincón a otro de la plaza, amortiguándose sus ecos hasta ser absorbidos por la multitud.
Busqué confirmación en mi reloj a la llegada de la medianoche. Me hallaba situado en uno de los ajimeces que adornaban el lateral de la plaza opuesto al Palacio. Éste último se comunicaba con la iglesia mediante un pasaje elevado que descansaba en el arco bajo el cual la procesión avanzaba en su lento fluir hacia la portada del recinto sagrado. Abajo, el silencio comenzó a disolverse en murmullos y conversaciones fragmentadas una vez los pasos se hubieron recogido en el interior de la parroquia.
2 comentarios:
Sr Belidor :
Bienvenido a su "bloc". Ya era hora que dejase de zascandilear por otros parajes.
Infausto regreso, proclamo
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