domingo, 29 de mayo de 2011
Yo tampoco me presento a las primarias
Son tontos y aún no se han dado cuenta, o eso me parece. Con un engreimiento rayano en algún tipo de patología neuronal, la señora Chacón anuncia que no va a concurrir a las primarias en su partido aunque jamás dijo antes que lo fuera a hacer; de esta manera salva al partido, a su secretario general, al gobierno y, sin decirlo, al país. ¡Impresionante! Además lo hace porque hay malos muy pérfidos en el partido que maniobran en la oscuridad. En la oscuridad de sus propia mente, digo yo. Así que, ciudadanos, proclamo que yo tampoco me voy a presentar a competir con Rubalcaba. Yo también quiero salvar a este país que se cae a pedazos, y cada día a mayor velocidad. Entretanto, andan todos como gallinas descabezadas, aún sorprendidos de lo que ha sucedido en las elecciones. Si hubiesen preguntado a cualquiera en la panadería, no se habrían llevado tal susto. Si se hubieran ocupado de los intereses de sus gobernados, no andarían ahora rascándose el cogote y bizqueando. Ha sido por culpa de la crisis, dice nuestro presidente esdrújulo, y yo me pregunto, ¿qué crisis? Si aquí no hay crisis, eso nos decía él un día sí y otro también, hasta que de repente lo peor de la crisis ya había pasado. Joder, qué suerte, y sin darnos cuenta. Luego, una mañana de mayo del año pasado, nos encontramos al borde de la quiebra. Planes para combatir la crisis, ninguno salvo sacarnos la pasta del bolsillo a los de siempre para pagar las deudas que no sabemos muy bien cómo hemos contraído. Lo demás, una batería de ocurrencias y contradicciones que no llevan a ninguna parte. Eso sí, con toda la desfachatez de siempre, cuando pides nota en ciertos restaurantes, te espetan que entonces te van a cobrar el IVA mientras te miran como si fueses un anormal. Esos hijos de puta seguramente estarán de acuerdo en que aquí no ha habido ni hay crisis.
jueves, 26 de mayo de 2011
spanishrevolution & Vicenç Navarro
Uno de los mensajes que se están extendiendo más ampliamente entre la mayoría de la población, no sólo en España sino también en la mayoría de países de Europa y de Norteamérica, es que las próximas generaciones van a tener unos estándares de vida más bajos que los actuales. Se dice que la causa de ello es que “desde hace tiempo estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades”. De esta percepción se derivan las políticas de austeridad promovidas por los establishments financieros, económicos, mediáticos y políticos, que tienen como objetivo reducir los estándares de vida de las clases populares, subrayando la necesidad de vivir más modestamente de lo que vivimos ahora, pues los recursos del país no dan para más. Se acentúa en este mensaje que los hijos y nietos de las generaciones futuras vivirán con niveles de vida inferiores a los de sus padres y abuelos.
Este mensaje se ha ido repitiendo durante los últimos 20 años y ha alcanzado la categoría de dogma. Y como todo dogma se reproduce más a base de fe (la fe neoliberal) que a base de evidencia científica. En realidad, los datos muestran que la riqueza, medida por su PIB per cápita, ha aumentado en todos los países de la OCDE (el grupo de países más ricos del mundo, del cual España forma parte) desde la II Guerra Mundial. Este crecimiento, tras unos años de recesión, ha continuado en la mayoría de países de la OCDE. Y es inconcebible que, una vez que las economías se recuperen, la riqueza de estos países disminuya. ¿Cómo puede ser entonces que, siendo los países cada vez más ricos, se pronostique que la mayoría de la población será cada vez más pobre?
Para responder a esta pregunta hay que entender la evolución de la distribución de la renta y de la propiedad que se ha ido produciendo en estas sociedades. El crecimiento de la riqueza de un país depende primordialmente del tamaño de la población que trabaja y de su productividad. Y ambos factores han ido creciendo. El primero ha sido resultado fundamentalmente de la integración de la mujer al mercado de trabajo. Y el segundo es consecuencia de muchos factores, desde la formación del trabajador a la inversión técnica en los puestos de trabajo y a mejores sistemas de organización y participación en el mundo laboral. Consecuencia de todos estos factores es que la riqueza que se ha ido produciendo en la mayoría de países ha sido considerable. Pero, y ahí está un punto clave, no todos se han beneficiado por igual.
La riqueza producida por el mundo del trabajo no ha revertido proporcionalmente sobre los trabajadores. Así, en EEUU, uno de los motores de la economía mundial, el crecimiento de la productividad por hora trabajada ha crecido mucho más rápidamente que el salario horario desde 1995. Y, desde 1999, el crecimiento de tal salario ha descendido notablemente, mientras que el crecimiento de la productividad ha continuado creciendo. Ello significa que las rentas generadas por el incremento del producto no han ido tanto a los salarios como a la clase empresarial y a la clase financiera, que guarda y especula con estas rentas. La evidencia científica muestra que, a mayor desigualdad de rentas en un país, mayor es el desarrollo del sector financiero. Es decir, que a mayor concentración de las rentas y de la riqueza en un país, mayor es el ahorro y la especulación.
El porcentaje de las rentas nacionales derivadas del trabajo ha ido descendiendo en EEUU y en la mayoría de países de Europa (incluyendo España), mientras que las rentas del capital han ido aumentando. Dentro de las rentas del trabajo, los salarios son los que representan el porcentaje más bajo de la renta nacional, que ha alcanzado en EEUU, y en la mayoría de países de la OCDE, el porcentaje más bajo desde 1945. En realidad, la situación de las familias trabajadoras se ha deteriorado marcadamente, deterioro que ha sido incluso más acentuado como consecuencia de la crisis. Los salarios en EEUU, por ejemplo, han bajado un 2% durante el periodo 2008-2010, mientras que los beneficios empresariales han subido un 57%. Esta situación ha dado pie a grandes desigualdades.
Y esto ha ocurrido también en España. En realidad, España es uno de los países europeos con mayores desigualdades. La renta disponible de la decila superior en España es 10,3 veces mayor que la renta de la decila inferior, una de las desigualdades más altas de la OCDE. Si en lugar de renta hablamos de propiedad, la situación es incluso peor. La concentración de la riqueza en España es de las más acentuadas en la OCDE. Así, el 10% de las familias posee el 58% de toda la propiedad. En realidad, el 1% de la población de renta superior posee el 18% de toda la propiedad. La gran mayoría de la población tiene escasísima propiedad. Como punto de comparación, en Finlandia el 1% de la población más rica posee el 10% de la propiedad, y el 10% posee el 45% de la propiedad.
Esta concentración de la riqueza, que se realiza a costa del bienestar de la mayoría de la población, explica el relativo empobrecimiento de las clases populares y también, por cierto, las crisis que estamos viviendo. El enorme endeudamiento de estas clases populares se debe a la pérdida de su capacidad adquisitiva. Y las enormes crisis bancarias se deben a la enorme concentración de la riqueza y de las rentas y su utilización en actividades especulativas.
Las causas de esta polarización social son políticas y se reducen al enorme poder que el capital financiero (la banca) y los grandes empresarios tienen sobre el Estado. Y la población lo sabe. Según las últimas cifras del Centro de Investigaciones Sociológicas, la gran mayoría de la población indica que los bancos tienen más poder que los gobiernos, mientras que colocan a las grandes empresas casi en el mismo escalón.
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University
domingo, 22 de mayo de 2011
spanishrevolution
Esta tarde me he acercado hasta la Plaza del Teatro Arriaga. Estaba repleta de gente. Muchos se detenían a escuchar lo que hablaban a través de una pobre megafonía. Como todos, supongo, llevo unos días oyendo acerca del movimiento "Democracia real ya" o 15-M. Reconozco que arrugaba un tanto el morro cuando lo mencionaban; me parecía una memez de típica de niñatos desocupados y pijos que cuando se aburrieran, regresarían a casa de papá. Como tantos, yo también me he detenido primero con curiosidad y después con sorpresa. Lo que decían era coherente, sensato, destilaba sentido común y claridad de ideas. Decían las obviedades que todos pensamos cuando nos topamos con la situación actual de nuestro país, y del mundo en general; no voy a repetirlas, están escritas en muchos lugares, incluso aquí. Ya sabéis, el país se cae a pedazos. No he tenido la sensación del mitin de incondicionales en el que no hay lugar para el pensamiento independiente; todo lo contrario, allí había inteligencia en las palabras, tranquilidad en los comportamientos, educación en el escuchar, atención a las ideas. Después, como un destello, el debate, la reflexión se extendían entre los acampados y los que no lo éramos. Me ha parecido algo emocionante, sorprendente y hermoso, más aún cuando siempre he creído que estábamos aborregados y nuestras mentes se nublaban más cada día inundadas de estupidez. Aún hay esperanza.
Esa curiosidad que preveía de unos minutos me ha tenido allí atado durante casi dos horas. Pensaba en el dictamen de la Junta Electoral Central proclamando que aquella sana reunión de unos cuantos cientos de personas que se limitaban a intercambiar ideas sin histrionismo ni malos modos (los que estamos acostumbrados a vivir) era ilegal. Me he dicho que algo va mal en este país si hay una ley que prohiba lo que he visto hoy delante del Arriaga. Algo va muy mal. Decía Tolstoi que no hay condiciones de vida a las que un hombre no pueda acostumbrarse, especialmente si ve que alrededor todos las aceptan. Ojalá no podamos acostumbrarnos a la oscuridad que nos quieren arrojar encima. En las plazas de todo el país hay miles de personas que ya no la aceptan.
sábado, 21 de mayo de 2011
Embozos
La vida me angustia y se transforma en pesadillas, recuerdos de la infancia, temores de la niñez deformados por la niebla del sueño nocturno. En la oscuridad, con los ojos abiertos, mientras aguardaba la llegada de la dulce inconsciencia que había de borrarlo todo por unas horas, estaba seguro de que en cualquier momento alguien entraría por la puerta de la habitación, una sombra más negra que la negrura desleída de la madrugada. Se acercaría a mi cama, y sin apenas llegar a verlo, el destello de un filo descendería sobre mi cuerpo y acabaría conmigo. A veces me despertaba convencido de haber sentido el hielo del metal penetrando en mi carne. Aún me sucede. Sólo existía una forma de protegerme de mis evanescentes asesinos, cubrirme con las mantas hasta la punta de la nariz, mejor hasta la coronilla. Hoy, ahora, dentro de unos minutos, cuando vaya a la cama, repetiré el ritual de cada noche; cerraré la puerta de la habitación, arrastraré el embozo de las sábanas hasta los ojos y esperaré a que llegue el sueño, atento a los sonidos que rondarán, sin duda, en el pasillo. Ignoro la razón, pero sé que es muy importante: mis brazos deben quedar debajo del cobertor, bajo ningún concepto tienen que asomar al gélido aire que poco a poco lo invadirá todo. Así, quizá sobreviva un día más, quizá no perezca cuando las pesadillas abandonen mi cabeza y acechen mi inexistencia.
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