miércoles, 16 de junio de 2010

Apocalipsis húmedo


Llueve, llueve y llueve. Más de dos semanas viendo una enorme panza de burro sobre nuestras cabezas. Esta mañana, la cubierta metálica de la estación de Abando acallaba el chirrido de los trenes con su indignado tableteo, harta ya de del castigo húmedo de tantas horas. En el exterior, las nubes se descolgaban desde el cielo y se arrastraban por las laderas de los montes hasta el fondo de los valles; el mundo se ha llenado entonces de sombras pálidas que deambulaban en la blanca oscuridad; éramos nosotros, mal sintonizados, borrosos, disueltos, sólo agua con una forma vagamente humana.
Dicen que el cielo es azul, pero ya nadie lo recuerda.
La vida es un charco.


No hay comentarios: