jueves, 31 de diciembre de 2009

La Gola /y 2

Si miro hacia atrás puedo concluir que mi vida siempre ha sido una huida desesperada de sí misma. ¿Porque mi vida no significa nada, y está llena de ruido y furia? Tal vez, pero así son todas las vidas hasta que dejas reposar la cabeza sobre el tronco de un castaño centenario y te vas para siempre. Por eso, hasta que ese momento llegue, es mejor buscar un territorio al que huir. Y hacerlo.

Cuando estudiaba la carrera universitaria —soy ingeniero y, por desgracia con tan infausta profesión me he de ganar, todavía, esa vida sin sentido—, circulaba una tira cómica de Mafalda en la que Miguelito aparecía de pie sobre una banqueta. Mafalda le pregunta la razón de su proceder y Miguelito le responde que va a ser ingeniero. ¿Y por qué estás subido en la banqueta?, le vuelve a preguntar la niña. Es que voy a ser un Gran Ingeniero, dice el niño. En la última viñeta Miguelito, con cara de pasmo, aparece aún de pie sobre un taburete al que se le han roto las cuatro patas. No os voy a aburrir contándoos cuántas veces me he sentido como Miguelito, no siendo un Gran Ingeniero —algo que jamás desee, por otra parte—, y atrapado en una pasmosa monotonía gris en la que la frustración campaba por los desiertos de mi aburrimiento. Pero, ¿por qué digo esto? No, no es cierto. Ya no es así. Mi vida, la de verdad, es apasionante. Ahora mismo, hace unas pocas páginas, los secuaces de la compañía bananera acaban de exterminar a todos los Aurelianos hijos de Aureliano Buendía. La semana pasada lloré cuando Avellaneda, la joven amada del crepuscular Martín Santomé, moría y le abandonaba en el tedio, en el largo, desierto, invariable tedio. Hace no demasiado tiempo viajé a Marte y desde allí contemplé cómo la Tierra se extinguía en un fuego verde de explosiones nucleares. He cabalgado en gusanos de arena y yo también he peleado con desaforados gigantes, cobardes y viles criaturas, amigo Sancho. No he visto rayos C brillar en la oscuridad en la puerta de Tannhäuser, porque jamás un replicante viajó hasta allá. Pero sí he deseado tener una oveja eléctrica. He vivido en ciudades asoladas por la peste y he muerto en las murallas de Constantinopla. He viajado al país de las últimas cosas y aún espero que mi teléfono suene una noche, y una voz desconocida pregunte por Paul Auster. Yo seré entonces Daniel Quinn como fui durante un verano Tooru Okada; me perderé entonces en pozos oscuros y tiempos pasados. Y allí visitaré a Julián Sorel y mi cabeza y la suya rodarán juntas. Y después, cuando me haya desangrado, navegaré con Jim Hawkins hasta que Ilona llegue con la lluvia y, juntos los tres, buscaremos a Beno von Archimboldi durante cien años que ya no serán de soledad.

Sí, amigos, porque estamos hechos de la misma materia que los sueños, haced como yo, vivid en los sueños de papel, escapad de vuestras falsas vidas siempre que podáis. Que jamás tengamos que morir como Don Alonso, que jamás tengamos que irnos poco a poco porque en los nidos de antaño no haya pájaros hogaño, que nuestras ilusiones no perezcan, que nunca tengamos que gritar que el resto es silencio.

Vale.

4 comentarios:

el maestresala dijo...

Sr Belidor :



Después de leer su plática soy un saco de lágrimas. Me identifico con sus pareceres y hago ruegos porque el año próximo seamos un poco más nosotros....

Feliz Año, Sr Belidor

tournesols dijo...

Vale :)

el maestresala dijo...

Sr Belidor :



Se me ocurre que "nos duele la vida". A Unamuno le dolía España, que es mucho doler.
Y qué podemos hacer... Franco Battiato decía en una canción suya :

De mañana en la calle el tráfico loco me agota.
Me enervan los semáforos y los stops.
Por la tarde vuelvo a casa con un malestar especial.
No sirven tranquilizantes o terapias. Se quiere otra vida.


Esperemos que este nuevo año podamos enderezar el rumbo...

Belidor dijo...

El paracetamol no sirve para estos males...