lunes, 14 de noviembre de 2011

Imbéciles


Tenemos lo que nos merecemos. Mientras voy hacia el trabajo, escucho los resultados de la última encuesta demoscópica (vaya palabra) sobre las elecciones. El resultado es invariable: victoria rotunda del PP. Sin embargo, hay más ciudadanos que piensan que la campaña del PSOE está siendo más sincera y honesta; de igual forma, son más los que creen que las soluciones y propuestas de los socialistas son más realistas y que una mayoría absoluta del PP no sería positiva. Qué gran paradoja. El uno está consiguiendo hacer una campaña electoral sin enseñar la patita, solo grandilocuencias y palabras huecas. El otro tiene muy claro lo que hay que hacer para sacar al país de la crisis (¿qué crisis?), y hasta suena bien lo que dice, pero uno piensa en por qué no lo hizo cuando estaba en el Gobierno, no hace muchas semanas. Tiene un problema de credibilidad, no tanto por él como por su jefe. Hoy mismo he leído un artículo de Arturo Pérez-Reverte. Le llamaba imbécil, al jefe, y este era uno de los adjetivos más suaves. Duro, muy duro el artículo, pero muy veraz. Decía el escritor: “Me da más miedo un imbécil que un malvado […] un imbécil puede convertirse en el peor de los malvados. Precisamente por imbécil.”
Así las cosas, estamos a punto de elegir a un poco fiable candidato para dirigir el país en un tiempo dramático. La mayoría no cree en él, ni en su programa (desconocido), ni en sus intenciones, y a pesar de todo va a ganar. Estos son los políticos que tenemos (¿para qué hablar de Urkullu, el de la mata y la patata, Rosa Díez monotema, Cayo Lara fuera de órbita, los fascistas reconvertidos de Amaiur…?), fiel reflejo de los ciudadanos que van a representar. Porque ellos son como nosotros, no nos engañemos. Todos los calificativos que les apliquemos nos valen para nosotros mismos.
Siempre me ha parecido que para sacarse el carnet de conducir se debería tener un nivel mínimo de coeficiente intelectual.
Somos un país extraño. 

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