Durante las últimas semanas, cada vez que miraba el espejo y en él contemplaba reflejada la imagen del cuadro, veía ir creciendo esa estructura, difusa al principio. Al terror de ver aparecer en la imagen algo distinto y no existente en el original, inmutable entonces y ahora, se sumó el reconocimiento de aquello que allí crecía. Un patíbulo. Noche a noche he contemplado el reflejo del cuadro, anhelando sorprender a sus constructores, pero siempre he sucumbido al sueño o al hechizo. Esta noche era la última, lo sabía. El patíbulo ya está terminado. La gente ha desaparecido de la plaza. Sólo una figura solitaria permanece, en actitud claudicante y humillada, ascendiendo las escaleras del cadalso. Sé de quién se trata. Sé que mañana, cuando amanezca, yo seré el protagonista en el cuadro del espejo y penderé de la soga, ahorcado, víctima de esta inexplicable maldición.
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