EL TIPO del cuadro se parecía mucho a mí. Sí, sí que se parecía. Si me hubiera dejado una perilla y colocado unas antiparras como las suyas, se habría podido decir que éramos la misma persona. Pero la pintura era de 1646, así que el hombre del cuadro estaba muerto y bien muerto. Y desde hacía mucho tiempo. Mientras me dirigía hacia la salida del museo, todos comenzaron a mirarme de una forma extraña. El agente de seguridad corrió detrás de mí. “¡Oiga, vuelva usted al cuadro ahora mismo!”, chillaba. Pensé que sería mejor hacerle caso.
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