MARIVÍ se ató un extremo de la cuerda al cuello. Después sujetó el otro a la lavadora con varias vueltas y nudos. Fue hasta la ventana del cuarto y la abrió. El ruido del tráfico espantó una idea de su mente, algo tal vez no muy importante, pero que ahora se le escapaba entre el vericueto de ruedas y pies que serpenteaba sobre el asfalto. Aquel olvido le causó un leve desasosiego que trató de desterrar de su estómago encaramándose en el alféizar. Contó los diez pisos que le separaban de la calle. La soga detendría su caída a la altura del segundo piso. Lo había calculado. Justo delante del dormitorio de Cayetana Martínez. Y Cayetana no estaría sola. No. Eso también lo había calculado. “Estará con el cabrón de mi marido”, se sonrió. Echó un último vistazo a la alcoba, aspiró una bocanada de aire y se arrojó al vacío. Cuando pasaba por delante de la ventana de Maite, la del 4º, recordó que la lavadora estaba llena de ropa sucia.
lunes, 28 de septiembre de 2009
Brevedades fantásticas /1
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