Se sorprendió del temblor de sus dedos mientras hacían girar la rueda del dial. Ayer aún no se rebelaban con espasmos inútiles, hoy sus manos habían decidido extraviarse en medio de la niebla, la oscuridad y la derrota que se iban filtrando en su cuerpo desde aquel atardecer, cuando abrió la puerta del dormitorio y encontró a su mujer derrumbada sobre el alféizar de la ventana con la mitad de su cuerpo colgando en el vacío, como si en medio de su carrera por escapar del dolor hubiera desfallecido y la muerte la hubiera sorprendido unos segundos antes de que ella misma se lanzara en su busca.
2 comentarios:
Lo has tomado con ganas. Voy a decir lo de siempre: tan gris, tan triste... ¡échale un poco de color y de alegría! que nos vamos a morir de la tristeza. Ya, que si lo hicieras no serías tú, pues es verdad.
Me encanta esta foto (el texto también. ¿Dónde está esta maravilla? ¿Quién es el escultor?
Marta, curioseando como siempre.
Le echaré color, algún día de estos, Organizatrix, dedicado a ti. La maravilla está en Praga.
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